En aquel 14 de mayo de 1987 la cuenta regresiva de la vida de mi Padre había comenzado y ya nada podía detenerla. Sin embargo, en medio de tanta angustia y como si el destino quisiera que menguara nuestro dolor (tan profundo por cierto) llegó ella.
Mi Papá se pasó todo ese jueves preguntando por mi madre. Estaba muy nervioso, no le gustaba que nadie le ocultara nada y mucho menos que le mintieran. Mi Mamá había estado todo el tiempo que había podido en el Sanatorio Otamendi, acompañando a Mimi porque la llegada de la niña era inminente. Yo decidí darle unos besos a mi Padre en la Clínica en Hurlingham, tomarme el tren y el bus 39 para acompañar a mi hermana y sostener, una vez más, a mi Mamá. Cuando llegué, ella ya había nacido. La ví a través del cristal de la nurse y no me hizo falta que nadie me dijera quien era. Ella estaba ahi. Mi niña del corazón había llegado y nuestras vidas ya no serían lo mismo a partir de entonces.
Mi Mamá, presa del cansancio emocional por lo confusa de esta situación llena de dolor y alegría al mismo tiempo, fue a casa. Con unas tijeras cortó dos rosas de los rosales favoritos de mi Padre que el mismo había injertado. Sacó cuidadosamente cada una de las espinas y lavó los pétalos con sus lágrimas. Volvió a colocarse la dignidad sobre cuerpo, tomó sus bolso y sus llaves y marchó caminando, una vez más, hacia la Clínica.
Papá estaba muy impaciente hasta que Mamá abrió la puerta. Con su gran sonrisa dibujada se situó a su lado y le dijo: hoy te traigo dos flores, una de parte de nuestro nieto Leandro y la otra de parte de nuestra nieta Bárbara Luisina que hoy ha llegado a nuestras vidas...
Bárbara siempre fue mucho más que mi sobrina. A partir de que pude tenerla en mis brazos por primera vez se creó un lazo de unión muy fuerte entre las dos. Y no es que con Agustina (su hermana) no lo sienta, sólo que es diferente. Seguramente influenciaron las circunstancias. Ella era la luz y el color en medio de tanto gris, de tanto hastío. Y yo siempre me sentí un poco su madre.
Ya pasaron 26 años. Tengo tantos, tantos recuerdos... el primer día del cole... esas tardes de calor en Hurlingham en la pelopincho o tiradas en la cerámica de la cocina durmiendo la siesta... esos megahelados en Rino, las idas y vueltas en el Renault 11... hacer los deberes juntas, ver Sailor Moon en la tele... salir a la puerta de casa para que anduviera en bicicleta... Esa carrerilla escaleras abajo el día de su 15 cumpleaños... tantas cosas vividas guardarlas en mi corazón como un gran tesoro... Y en mi alma grabado a fuego ese abrazo tan inequivocamente suyo que me regaló el día que marché.
Sé que es feliz y que no ha sido fácil su camino. Pero aquí está, hecha toda una gran mujer que ama y es amada. Una mujer de una sensibilidad especial, tantas veces incompredida, pero con una seguridad indiviable con la que supera con creces su timidez.
Bárbara, mi Barbie querida.... Estoy muy muy muy orgullosa de vos.
Felices 26 años, te quiero princesa. Verás como pronto, muy pronto nos volveremos a ver.
VEINTISEIS
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